El arte de ganar cuando hace falta

DOS ENORMES DECEPCIONES EMPAÑAN LA SOBRESALIENTE CAMPAÑA TARONJA

El título de este documento hace clara alusión al arte de saber ganar los partidos necesarios. Es decir, las finales, eliminatorias o choques al filo del acantilado donde los grandes jugadores, entrenadores y conjuntos se erigen para coronarse o proclamarse campeones de sus respectivas competiciones. Podría reducirse a ganar los partidos de verdad.

Al principio de la presente campaña, Valencia Basket presentaba, como en los últimos años, un róster que auguraba un salto de calidad que le colocaría entre los aspirantes a todas las competiciones que disputaba. John Bryant, procedente del Bayern Munich, era el fichaje estrella de los del Turia, aunque otras importantes incorporaciones como Vladimir Jankovic secundaban al americano. Bryant, pasado de peso, no logró ponerse en forma para el mes de octubre y fue cortado. Jankovic, por su parte, fue cedido en noviembre al Aris de Salónica dado que el nivel ofrecido hasta la fecha era netamente insuficiente. La plantilla, lastrada por las bajas de dos jugadores presumiblemente trascendentales, se componía de un núcleo nacional que sujetaba y aportaba equilibrio tanto en el vestuario como en el rectángulo de juego.

Esta temporada,el  Valencia Basket comenzó sin pisar el acelerador, vistos los resultados de la campaña 2015/2016, donde el conjunto taronja registró su mayor racha de victorias para finalizar con sendas decepciones en playoffs de Liga, Copa del Rey y Eurocup, competición en la que los naranjas cayeron eliminados a las primeras de cambio. El juego al principio de la presente campaña no era brillante, pero los de Pedro Martínez iban venciendo sus compromisos tirando de la calidad individual de la plantilla.

Sin embargo, con el paso de los meses, el grupo fue asentándose y adaptándose a las necesidades del momento. Sastre comenzó a brillar en el puesto de alero, Van Rossom retornó a la rutina de entrenamientos y Oriola se erigió como básico en el esquema de Martínez, aportando carácter, intensidad y energía. El juego de los taronja volvió a relucir por su eficacia y belleza, recordando así al ejecutado la pasada temporada durante la racha de victorias. Dubljevic, imparable para el 90% de equipos del viejo continente, lideraba a los valencianos en todas las veladas y San Emeterio y Rafa Martínez ejercían los papeles de veteranos y anotadores.

Rafa Martínez celebrando con euforia. Foto: Carlos Calvillo (SB)

Un año más, Valencia se clasificó para la Copa del Rey. Esta vez no caería , como en 2016, ante el Gran Canaria en cuartos de final. Esta vez, Valencia escalaría un peldaño más imponiéndose en semifinales a un deprimido FC Barcelona. El Real Madrid esperaba en el partido por el título, donde los del Turia firmaron una excelente participación quedándose a sólo dos puntos del trofeo. Valencia, preciso, acertado y aseado en prácticamente todas las posesiones del encuentro, sucumbió ante la eterna figura de Sergio Llull en los últimos minutos de juego. Los dos equipos llegaron igualados al final, pero el factor del playmaker balear hizo que la suerte le diera la espalda a la entidad valenciana por primera vez en la temporada. No hubo críticas para los perdedores.

Sergio Llull, verdugo de los de Pedro Martínez. Foto: Carlos Calvillo

Un nuevo objetivo asomó en el horizonte naranja; el trono de la Eurocup. Valencia Basket, además, tendría factor cancha a favor en todas las eliminatorias que disputaría para alzarse con la copa. El primer escollo, el Khimki de Dusko Ivanovic, fue maniatado en el tercer encuentro celebrado en la Fuente de San Luis. En principio, el rival supuestamente más potente quedaba eliminado. A continuación esperaba el Hapoel Jerusalem de Amare Stoudemire, que mantuvo un duelo intenso con el montenegrino Dubljevic.  Los israelitas también hincarían la rodilla en la Fonteta en un tercer partido en el que fueron apabullados.

Unicaja había solventado su eliminatoria de semifinales con la extrema dificultad del factor cancha en contra por 2-0 ante el Lokomotiv Kuban de Sasha Obradovic. Llegaba en su plenitud a la final, rebosante de confianza y en su mejor momento de juego. Una vez más en las eliminatorias de Valencia, todo quedaba pendiente para un último combate a vida o muerte en la capital del Turia. «El que pierda quedará muy tocado», añadía la prensa cercana al evento. «En estos partidos aparecen los grandes jugadores», afirmaba un valiente Nemanja Nedovic.

El partido transcurrió atascado, marcado por las intensísimas defensas de las dos escuadras. En el tercer cuarto una acción, teóricamente favorable al cuadro naranja, constituyó un punto de inflexión que cambiaría el partido y, por lo tanto, la temporada e incluso la historia de los dos clubes. Alen Omic fue expulsado después de una tángana entre Nedovic y Rafa Martínez, dejando a los malagueños sin interiores puros los restantes 13 minutos del choque. A 8 minutos del final, los Valencianos comandaban en la contienda por 56-43 y cualquier presagio de victoria visitante resultaba altamente improbable. Joan Plaza introdujo una variación táctica que anularía el ataque taronja, disponiendo a su equipo en zona 2-3, actuando Carlos Suárez (alero durante la práctica totalidad de su carrera deportiva) de pívot.

Unicaja consiguió endosarle a Valencia Basket un parcial de 0-18 para terminar llevándose la victoria, el trofeo, y un alegrón completamente inesperado. Los valencianos emplearon la inmensa mayoría de las posesiones (algunas de hasta 4 rebotes ofensivos) en lanzar triples, en lugar de buscar balones interiores para castigar la carencia de altura de los interiores verdes. Triples lanzados, generalmente, en situaciones ventajosas y liberadas que ni Sastre, ni San Emeterio, ni Van Rossom, ni Rafa Martínez consiguieron materializar. Nadie apareció en los, posiblemente, 8 minutos más tristes de la historia reciente taronja. Los valencianistas, desplomados al final del encuentro, lloraban y se lamentaban por la infinidad de ocasiones perdidas en la derrota. Y es que, realmente, no pudieron tenerlo más a favor.

Romain Sato, decaído tras la remontada del Unicaja. Foto: Carlos Calvillo (SB)

Y se preguntarán, ¿a qué viene todo esto?

Ningún jugador apareció durante esos 8 minutos. Ni «Dubi», excelente en el desarrollo de la competición, ni Rafa Martínez, ni San Emeterio, ni Sato, ni nadie. Todos erraron y se escondieron en los minutos de la verdad. Perdieron, abrumados por el horrible último tramo, la oportunidad de alzarse con un campeonato por el que habían trabajado toda la temporada.

Valencia Basket - Unicaja Malaga (28) Nemanja Nedovic
Nemanja Nedovic sobrevoló al Valencia Basket – Carlos Calvillo (SB)

En Valencia, ni el entrenador ni los jugadores, ignorando los motivos, saben ganar. De hecho, parecen tenerle pánico al éxito. Puede resultar muy radical afirmar que, por el momento, son el ejemplo perfecto de un equipo perdedor. Estos últimos dos años, el equipo ha demostrado rendir con sobresaliente regularidad en el transcurso de las temporadas pero caer siempre en los compromisos importantes. En aquellos en los que, precisamente, su rival en la final copera presenta su mejor versión. Los ejemplos, diametralmente opuestos, muestran las diferencias entre un equipo grande y otro que pelea por serlo. Porque, de momento, Valencia Basket ni gana, ni sabe ganar. Y además, su capitán  Rafa Martínez tampoco supo perder en la final, ensuciando una emocionante eliminatoria que quedará en la retina de todo aficionado al buen baloncesto.

El equipo, en el aspecto puramente baloncestístico, tiene pocos detalles por pulir. Los naranjas no obstante, carecen de la figura de líder que en la etapa de Perasovic sí ostentaron, cimentados en la calidad de Justin Doellman. Valencia busca un líder, en banquillo o cancha, que le aporte ese gen ganador que de momento no terminan de encontrar en ningún integrante de su plantilla. Porque si bien la derrota ante el Madrid no era reprochable, el último fracaso continental sí lo es.