LA MANDARINA | Maestro de maestros

quinta entrega con un protagonista especial

Zeljko Obradovic finalizó su carrera como jugador en 1991 en el Partizan de Belgrado para coger la pizarra y sentarse en el banquillo. Sentarse en el banquillo, ni más ni menos, del equipo al que había pertenecido como jugador hasta su retirada. De una hora a otra, Obradovic pasó de ser compañero a ser entrenador para muchos jugadores. Y dió comienzo el legado del entrenador más laureado de la historia baloncestística del viejo continente.

En su primera temporada, Zeljko ganó la Euroliga. Inmerso en una situación de una extraordinaria dificultad por la guerra en Serbia, el róster compuesto por Djordjevic y Danilovic, entre otros, se desplazó a la localidad madrileña de Fuenlabrada. Allí disputaría sus encuentros respectivos a la Copa de Europa de la época. Sasha Djordjevic, con un lanzamiento de tres puntos en el último segundo de la final, vencería al Joventut y le daría el primer trofeo europeo al entrenador balcánico.

Zeljko Obradovic
Zeljko Obradovic, en sus inicios como entrenador. Mozzart Sport.

Posteriormente, Obradovic fue contratado precisamente por el Joventut de Badalona. La Penya, en su primera temporada bajo los mandos del serbio, consiguió su primera y única Euroliga después de vencer al Barcelona y al Olympiakos. Jofresa y Villacampa fueron los estandartes del histórico cuadro verdinegro que campeonó en Tel Aviv. Y fue entonces cuando, después de que Lolo Sainz asumiera el cargo de seleccionador español, el Real Madrid puso sus ojos en él.

Un año en Badalona bastó para dejar su huella. Madrid le esperaba. En la capital, como en los dos clubes donde había entrenado anteriormente, conquistó el cetro europeo de la mano de Arvydas Sabonis y Joe Arlauckas en Zaragoza ante el Olympiakos en la primera campaña. Zeljko sumaba ya tres Euroligas en una trayectoria de 4 años en los banquillos.

Sin embargo, salió escaldado del Real Madrid. Sin buenas sensaciones. Y recaló en Italia, con la misión de dirigir la embarcación del Pallacanestro de Treviso, donde no pudo establecer sus bases y no triunfó. A pesar del “fracaso” en las competiciones de clubes, Obradovic seguía engordando su palmarés en la dirección de Yugoslavia verano tras verano. En 4 competiciones, el entrenador balcánico cosechó una plata olímpica, un oro y un bronce europeo y un oro mundial. Zelimir emprendió la búsqueda de otro proyecto ganador y salió de Italia para recalar en la que sería su casa durante 13 campañas. El OAKA, vestido de verde y repleto hasta la bandera, esperaba una figura a la que agarrarse y la encontró.

En Atenas, el serbio crearía una dinastía. Como ya sucediera en tres de las anteriores cuatro ocasiones en las que Obradovic cogió las riendas de un equipo, los verdes se subieron al primer escalón del baloncesto europeo en la primera temporada. Bodiroga, Alvertis, Rodgers… serían esta vez las referencias del juego de los griegos. En el OAKA, Obradovic encontró su hogar y el lugar donde desarrollar su baloncesto sin ningún cuestionamiento. La afición, como en la actualidad, ruge y enloquece al paso de los jugadores. Empuja al equipo hasta el final. Muere por los 12 guerreros que saltan al terreno de juego. Y esa afición encontró en Obradovic un líder al que seguir ciegamente.

Obradovic en el OAKA,

Un año después, con una estructura similar a la de la consecución del primer título heleno, Panthinaikos volvió a vencer. Obradovic, por su parte, ya llevaba 5. No obstante, sucedió una pequeña sequía de 5 años hasta la consolidación de Dimitris Diamantidis. Con él, los helenos saborearon la gloria de nuevo en 2007, 2009 y 2011. Obradovic, adorado por la afición, decidió marcharse y tomarse un año sabático después de 21 años entrenando. Pero volvería. Él siempre vuelve.

Un proyecto nuevo marcaría el horizonte de Zeljko. Una gran inversión económica en el baloncesto turco y específicamente en el Fenerbahce buscaba un director de orquesta. Y los turcos contrataron al mejor de todos ellos para comandar la nave. Esta vez el trofeo no llegaría en su debut, aunque rápidamente logró colocar al equipo en la élite del baloncesto europeo. En la F4 de Madrid en 2015, Fenerbahçe naufragó en semifinales ante el Real Madrid. En Berlín, un año después, los turcos caerían ante el CSKA de Moscú después de remontar 20 puntos y en la prórroga. El éxito se resistía más de lo debido.

Obradovic dirigiendo a Fenerbahce en el Palacio de los Deportes. Virginia Pacheco.

Este año, la Final Four se celebraba en Estambul. Fenerbahçe, sin ventaja de campo en los playoffs de la Euroliga, resolvió por la vía rápida una eliminatoria que se antojaba complicada. 13000 aficionados de Fenerbahçe botaban y vibraban instantes antes del comienzo de la segunda semifinal en el Sinan Erdem Spor. Fenerbahce comenzó y terminó arrasando. Igual que en la final. Los turcos, en Estambul, en un estado de forma formidable, delante de su hinchada y con el maestro de los maestros en el banquillo. No había otro desenlace posible que la proclamación del rey.

Sería injusto resumir los motivos de su éxito en unas pocas líneas. Simplemente basta con mostrar su palmarés para recalcar su costumbre más habitual. Obradovic gana, gana y gana. En todos los sitios a los que va y con todos los equipos que dirige. Y siempre termina ofreciendo un gran baloncesto.

Hoy, 26 años después de que Obradovic se estrenara en los banquillos, los formatos de competición han variado, los clubes también y las plantillas también. No obstante, hay algo que no ha cambiado. ¿Saben ustedes qué?

Obradovic en su regreso al OAKA. lemonsly.com