La mandarina: El mejor torneo del mundo
El Real Madrid cosechó su cuarto trofeo consecutivo.
La Copa del Rey de baloncesto es la mejor competición del mundo. Sin duda alguna. 8 aficiones se concentran durante un fin de semana largo (añadiendo jueves) en una determinada ciudad que durante esos días respira baloncesto. El mejor deporte del mundo. Siete partidos a cara de perro que pueden deparar una sorpresa en cualquiera de los aspectos. Erupción de un jugador, de un equipo, o eliminación de un cabeza de serie y favorito al título.
Las aficiones consumen y se vitorean mutuamente. El ambiente es genial, la gente se hermana por un único motivo, por el baloncesto. Muchas veces, se convierte en un fiestón con el único precedente de la pasada edición del mismo torneo. Las aficiones saltan, sonríen, sudan la gota gorda y de vez en cuando, como este año, terminan haciendo una conga por el pabellón.
Sin embargo, durante estos días, diversas noticias han sido publicadas denunciando una cierta discriminación a la afición del Real Madrid. No las desmiento, pero aporto mi versión.
Creo que las personas normales siempre son capaces de llevarse bien, dejando a un lado fanatismos y otras aficiones. El sábado tuve la suerte de vivir el ambiente en primera persona y presencié el buen rollo que transmitían unos a otros. El «Era campo atrás» fue santo y seña de los baskonistas mientras que madridistas, en tono divertido, respondían con «pero no pitó». Pero, como en todos los sitios, el tonto de turno aparece para molestar diciendo «calláos españoles, que sois unos hijos de puta».
Y es que este tonto es un tonto común. Disfrazado con diferentes vestidos y camisetas. Con diferentes registros y en diferentes lugares. Y me parece que hasta ahí llega cualquier borrón del ambiente vivido, hasta donde se le da cancha al tonto de turno.
También comprendo sinceramente que determinados sectores de la afición madridista se hayan sentido desplazados y marginados. El speaker oficial no les mencionó en el recuento de aficiones, y todo el resto de seguidores de los conjuntos que disputaron la copa, una vez eliminados, apoyaron siempre al contrincante de los blancos. Precisamente por estos motivos Sergio Llull tuvo más presente que nunca a los aficionados blancos en todas las celebraciones. Completamente comprensible después de la hostilidad en la que se movieron.
OTRA COPA MÁS
En el aspecto deportivo, el Real Madrid volvió a imponerse por cuarta edición consecutiva. Los blancos siguen mostrando esa irreductiblidad que les ha caracterizado las últimas temporadas, siendo capaces de sobreponerse a desventajas de 7 y 8 puntos en sendos partidos de cuartos de final y semifinales en los últimos minutos.
Los cuartos comenzaron sin sorpresa. El anfitrión se impuso con relativa facilidad al segundo clasificado de la tabla nacional. La casi sorpresa se produjo en el choque teóricamente más desequilibrado. Morabanc Andorra sometió al Madrid hasta la extenuación, llevándole a una prórroga después de una polémica decisión arbitral que marcaría el desarrollo de la Copa con los cánticos. Valencia confirmó sus buenas sensaciones y arrasó a Herbalife, igual que hizo el FC Barcelona en una acertada segunda parte ante Unicaja.
La primera semifinal fue apasionante. El Real Madrid llegó a manejar 13 puntos de ventaja, mientras que a 3:30 del final caía por 87-79. Llull, como siempre, apareció para forzar la prórroga donde los madridistas sentenciarían el triunfo. El segundo encuentro de la jornada resultó netamente descafeinado, fruto del bajón de tensión de la afición baskonista que abarrotaba las gradas. Valencia aprovechó su oportunidad y asestó un golpe mortal al Barça en el tercer período. Un buen sprint final certificaria su clasificación para la final.
En el último encuentro, el Real Madrid volvería a ganar en un final ajustado. Comandados por el MVP Sergio Llull, autor de los últimos 10 puntos de la final, los vigentes campeones hicieron frente al vendaval y festival ofensivo baloncestístico que ofrecieron los taronja. Otra Copa del Rey más al bolsillo de Pablo Laso, de ese equipo que nunca renuncia a ninguna competición. De ese equipo que a día de hoy continúa aumentando su palmarés irremediablemente, deslizando el legado que dejarán el día que desaparezcan.
Porque el Real Madrid siempre cree y, además, hace un baloncesto atractivo, divertido y eficaz. Ellos, de la mano de Laso, han cambiado el baloncesto europeo y nacional llevándose por delante todo lo que había. Y siguen creciendo y haciéndonos disfrutar. Sobreponiéndose a todas las adversidades posibles y a la hostilidad del ambiente. Otra copa más.