Los tiempos de Luke Walton

Los objetivos de su primera temporada

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Luke Walton tiene una difícil tarea en Los Angeles. Bridget Samuels (CC)

Cuando la temporada 2016-17 asoma en lontananza, comienza a expandirse un hormigueo de expectación entre los aficionados que buscan motivos para racionalizar su pasión por unos Lakers que llevan demasiado tiempo sin regalarnos alegrías verdaderas. Sin Kobe Bryant en la ecuación por primera vez en dos décadas, emergen dos faros para guiar la travesía. De un lado el núcleo de jóvenes promesas que se han ido juntando en la plantilla en los últimos años y que este verano se ha completado con el ilusionante Brandon Ingram. De otro lado la llegada de Luke Walton al banquillo del Staples tras las decepciones de Mike Brown, Mike D´Antoni o Byron Scott, incapaces ninguno de los tres de superar la pesada herencia de Phil Jackson.

Sin apenas experiencia vestido de traje y corbata, más allá de su paso por los D-Fenders y su trabajo como asistente de Steve Kerr en San Francisco, a Walton le han recibido en la franquicia como lo que sin duda es: uno de los nuestros. Y él se ha presentado en sociedad con una clara declaración de intenciones. En una entrevista con Chris McGee ha asegurado que su equipo no debe ser juzgado por el número de victorias y derrotas que consiga a final de temporada, sino que sus esfuerzos están centrados en construir buenos hábitos de juego entre las promesas del equipo para lo que cuenta con la ayuda de la ética de trabajo de los veteranos.

Por eso -continúa- las preguntas que se hará cuando haga balance serán si están jugando bien, si están moviendo el balón de la forma correcta, si están compitiendo en defensa o si están creciendo individualmente y como equipo. Sólo sobre esa base el técnico cree que comenzarán a llegar las victorias que permitan apuntalar su proyecto y sortear la presión ganadora.

Con ese punto de partida, cabe plantearse varias preguntas. Para empezar, quizá la más importante, es si los hermanos Buss en sus despachos respaldan el planteamiento de su entrenador. Si le dan el tiempo necesario para que esos buenos hábitos se cuezan a fuego lento o si las llamas acabarán abrasándole cuando no lleguen los triunfos.

No podemos olvidar que los Lakers vienen de firmar sus tres peores temporadas desde su traslado a California. Las paupérrimas 17 victorias del año pasado hicieron buenas las 21 del anterior y excelentes las 27 de 2014. En total, apenas 65 alegrías en 246 partidos. Poco más del 25% de partidos ganados que, por supuesto, obliga a remontarse hasta 2013 para encontrar la última presencia en las eliminatorias y hasta 18 de mayo de 2012 para celebrar la última victoria. Números que son aún más sangrantes en una franquicia que acumula 16 anillos, otras 15 finales disputadas y 60 presencias en la post-temporada. Solo en 1975 y 1976 encadenaron dos cursos seguidos sin playoffs. El año anterior se había retirado ni más ni menos que un tal Jerry Alan West.

Dicho de otra forma. Con esta cascada de datos y fechas, parece que es lícito pensar que el camino que ahora pretende comenzar Luke Walton debería estar ya por lo menos avanzado. Que los buenos hábitos, la reconstrucción y las bases para volver a la senda del éxito deberían estar ya encauzados. Se puede abrir un interesante debate sobre las causas por las que no es así y, según quien fuera nuestro interlocutor, podríamos mirar a los despachos con los tejemanejes de los Buss, a la gestión de los banquillos, al rendimiento de las supuestas estrellas que no han se comportaron como tal e incluso -aunque suene a sacrilegio para muchos- al último contrato de un Kobe Bryant lastrado por las lesiones.

Ojalá Walton consiga lo que no consiguieron antes Brown, D´Antoni y Scott. Ojalá sea juzgado sin mirar la clasificación sino la evolución de Russell, Clarkson, Randle, Ingram e incluso Zubac y Nance. Ojalá Calderón, Huertas, Deng o Yi Jianlian le ayuden en esa tarea. Ojalá logre incluso algo más valioso que buenos hábitos de juego. Ojalá haga que los Lakers vuelvan a ser un destino atractivo para las estrellas de la liga. Que cuando se abra el mercado de agentes libres el próximo verano, sean capaces de tener algo más que buen clima, glamour y pasado para convencer a los jugadores que de verdad marcan la diferencia desde el primer día y que suponen un punto de inflexión. Si consigue llegar a ese punto, se habrá avanzado hacia el que debería ser el objetivo final: volver a soñar con el anillo y desplegar el decimoséptimo estandarte en el techo del Staples.