Decisiones no deseadas, confianza inexpugnable

Decisiones 'in extremis' acertadas

Chris Wallace DNI

La peor mala suerte de la historia. Algo a lo que en ningún otro momento y en ninguna otra situación parecida un equipo ha hecho frente. Pero eso ya es historia. Hemos estado vivos para poder presenciar cómo ha sido el día a día de una franquicia que, trabajando para lograr sus objetivos, era sacudida y masacrada por el peor fenómeno que se conoce en el mundo del deporte: las lesiones. Sí, esa franquicia han sido los Memphis Grizzlies, y durante la ya concluida temporada regular llegó un punto en el que todo aficionado grizzlie se levantaba con el miedo de encender su móvil y ver en las notificaciones una nueva lesión producida en el partido de esa pasada noche.

El hecho de imaginarse como debió de ser el día a día de esa plantilla supera con creces nuestra capacidad de asimilación si no formamos parte de ella. Un sufrimiento de un equipo entero que se pudo ver reflejado en la última rueda de prensa de un emocionado David Joerger al caer eliminado con los Grizzlies más peleones de estos últimos años…

Pero… ¿Y cómo sería soportar todo esto para una única persona?

Parece imposible, ¿verdad?… o no.

Para ser más exigentes, aquí podemos incluir una presión adicional debido a ciertas decisiones que esa única persona ha tenido que tomar como consecuencia de todo lo sucedido. Decisiones ‘in extremis’ que a buen seguro no contentarán a todos y que la primera persona que deba de confiar en ellas es ella misma. Ahora la cosa se complica aún más.

Chris Wallace. Ese es el nombre de la persona a la que justo arriba hemos hecho referencia. El general manager de los Grizzlies ha sido quien, en la sombra, ha tenido que soportar el peso de todo este aluvión de lesionados que tiró por la borda todo el buen trabajo hecho todos estos años atrás y en verano, en el que consiguieron hacerse con jugadores como Brandan Wright o Matt Barnes, jugadores complementarios de garantías que, en el caso del segundo –ya que el pívot ha estado lesionado- ha dado sus frutos.

Corría el mes de febrero y saltaban todas las alarmas en la franquicia de Tennessee: su jugador estrella, Marc Gasol, sufría una lesión en su pie izquierdo que le haría perderse lo que restaba de temporada. El golpe más duro para los Grizzlies y Wallace después de una temporada llena de altibajos y sin encontrar una regularidad que estaba por llegar con un calendario favorable.

El peor momento

Para situarnos, el All-Star tenía lugar durante esos días y el cierre de mercado esperaba a la vuelta de la esquina -18 de febrero- y no dejaba tiempo para especulaciones. Al igual que en la modalidad de Texas Hold’ em en el póker, era hora de mostrar las dos cartas de la mano y ponerlas sobre la mesa. Con una única diferencia: No se sabía si resultarían dos ases o la peor mano que se podía jugar en ese momento.

Wallace debía de tomar decisiones y dos pesos pesados del vestuario abandonaban el barco en un abrir y cerrar de ojos. En primer lugar, Courtney Lee ponía rumbo a Charlotte y los Grizzlies recibían a P.J. Hairston, Chris Andersen, una segunda ronda para 2017, otra para 2018 y dos para el 2019. Todo esto en un acuerdo a tres bandas junto con los Heat y los Bobcats de Michael Jordan. Y en segundo lugar, Jeff Green llegaría a la costa pacífica de L.A. para jugar a las órdenes de Doc Rivers. A cambio, un desaprovechado Lance Stephenson y una primera ronda para 2019 recalaban en la franquicia de Robert Pera.

A priori, y como de costumbre para el responsable de las operaciones en el equipo de los osos, los traspasos no fueron del agrado de muchos aficionados y gente del entorno de los Grizzlies. Sin embargo, cabe destacar que estos dos jugadores se convertirán en agentes libres este mismo verano, algo que junto a la también agencia libre de Mike Conley -supondrá un gran desembolso-, haría muy difícil ver a los dos vestidos con el uniforme de los de Tennessee, a priori. De renovar ambos, la situación quedaría igual, ya que podrían firmar de nuevo este verano. Era el momento de poder sacar algo a cambio.

«Macarras, una bomba de vestuario, peleas…». Poco menos que un vestuario roto, sin futuro y abocado al fracaso. Con esos adeptos muchos tildaron a unos renovados Grizzlies cuya responsabilidad recaía sobre la espalda del mismo Chris Wallace.

Pero el tiempo, como siempre, puso de nuevo a cada uno en su sitio. Llegaba el momento de sobrevivir para un equipo que se había reforzado con jugadores de carácter y orgullo, que eran precisamente los ingredientes necesarios para un equipo abatido y con la moral pasando sus horas más bajas.

Sin embargo el destino, de nuevo, no estaba por la labor, y lesiones tan graves como la de Mario Chalmersrotura del tendón de Aquiles– seguían atizando a un equipo y a un general manager que de nuevo debía de tomar decisiones en un momento de la temporada en la que se jugaban todo: la primera ronda del Draft de este verano dependía de si conseguían clasificarse para unos Playoffs cuya cuesta cada vez tenía una pendiente más pronunciada.

Sin embargo, el buen hacer de un equipo producto de Chris Wallace logró mantenerse entre esos ocho equipos que se clasificarían para la post temporada. Un Lance Stephenson con nuevas oportunidades y tomando responsabilidades en ataque (14.2 puntos con un 35,5% en triples y un increíble 48,7% en tiros de dos puntos); Un joven como P.J. Hairston que no hizo otra cosa que mejorar sus números (6.9 puntos de media); Un jugador de oficio como Chris Andersen con intensidad y dureza en defensa dentro de la pintura y un recién llegado a la liga como Xavier Munford que ha demostrado tener muy bien amueblada la cabeza, sabiendo tomar buenas decisiones, fueron los complementos perfectos par un conjunto que a pesar de cosechar un gran número de derrotas en el último tramo de la temporada, incluyendo la serie contra los Spurs, nunca dejó de luchar. Estos cuatro jugadores fueron, en mi opinión, los grandes aciertos del directivo de los de Tennessee en un momento en el que la toma de decisiones se veía notablemente influenciada por el tiempo disponible y la presión de la situación.

Orgullosos y emocionados por un equipo prácticamente improvisado sobre la marcha por un general manager que supo dar en las teclas necesarias para salvar la temporada, y, sobre todo, sin hipotecar el futuro de unos Grizzlies que, no olvidemos, esperan a volver sus jugadores más importantes para volver a la carga en la temporada 2016-2017. Una cultura y un espíritu que nunca se marcharon gracias a Chris Wallace.