Nos deja el Rey del rebote ofensivo, Moses Malone

La despedida a un icono para toda Philadelphia y la NBA

Fuente: Wikipedia CC
Fuente: Wikipedia CC

 

«Ven que es joven y tratan de intimidarle. Codazos, rodillazos, agarrones, empujones… el pack completo. Pero el chaval no retrocede ni un milímetro» – Eso decía sobre él Buckwalter, su entrenador en los Stars de la ABA cuándo tan solo tenía 19 años.

«Es poderoso y ágil como un inmenso bailarín» – David Halberstam, ‘mentor’ de Olajuwon y Barkley.

Cuando le pidieron un pronóstico para las Finales de 1983, Malone dijo: «Fo’, fo’, fo'»

Moses Malone ha fallecido hoy en Virginia a la temprana edad de los 60 años. Según ha salido la noticia, me he embarcado a escribir con gran nostalgia sobre este jugador al que tengo una enorme admiración desde que conociese más a fondo sobre su biografía a raíz de conocer la de Julius Erving, uno de los jugadores que más me han llamado la atención; y cuyos nombres vienen casi siempre ligados como si se necesitasen entre sí.

Un aficionado más del baloncesto conocerá a Moses Malone como uno de los mejores pívots de la historia de la NBA. Un analista profesional al que se le pregunte sobre la carrera de  Moses Malone apuntará que esta leyenda del baloncesto, jugó para Rockets, Sixers, Bullets (Wizards), Hawks, Bucks y Spurs, equipos en los que promedió estadísticas de All-Star, que harían finalizar su trayectoria con un doble-doble de 20,4 puntos y 12,7 rebotes por partido de media, además de un anillo de campeón, 3 premios MVP, 1 MVP de las finales, 12 participaciones en el juego de las estrellas, y por si fuera poco también fue admitido como Hall of Famer.

Pero Mo’ Malone, fuera de los análisis de alguien de la ESPN, de la visión de un fan más o de sus brillantes promedios, fue un antes y un después en la historia de la NBA, y muy especialmente en la de Philadelpia 76ers. Su periodo en la ABA y sus primeras temporadas NBA junto a Rockets hicieron de Malone uno de los mejores interiores de la competición. Philadelphia vio en Moses, la posibilidad de convertir a los Sixers nuevamente en campeones, así como a Julius Erving; quien necesitaba de otro gran jugador para lograr tales objetivos. La llegada como agente libre de Mo’ a los Sixers fue  la pieza que le faltaba a una plantilla con auténticas estrellas como el ya nombrado Julius Erving, Maurice Cheeks, Andrew Toney o Bobby Jones, que habían sido incapaces de lograr el campeonato en años anteriores.

Su aportación en la temporada 82-83 hizo que fuese nombrado MVP de la regular season y también de las finales de unos PlayOffs a los que accedieron con un récord de 67-15, barriendo a todos sus rivales. Por tanto, Moses Malone  es sin ninguna duda el porqué de que el equipo de Pensilvania posea un 3er anillo. Pese que a ese sería el único anillo de su carrera, Malone a nivel individual mantuvo ese excelente nivel que mostró en Philly a lo largo de las 21 temporadas que permaneció activo en la liga.

Malone era un pívot polivalente en muchos aspectos del juego. Sin embargo, en la faceta reboteadora destacó por encima de cualquier otro jugador, llegando a ser 6 veces máximo reboteador de la liga. Podía permitirse fallar un tiro a canasta, e incluso varios seguidos porque no había duda que nadie le iba a quitar los rebotes… Tal fue el impacto de “Chairman of the boards” atrapando balones que, a día de hoy, sigue siendo una referencia para los jugadores interiores. Charles Barkley, Dennis Rodman o Dikembe Mutombo son algunas de las referencias más claras que han supuesto un reflejo del juego mostrado por  Moses Malone al mundo de la canasta.

El baloncesto evoluciona gracias a esos jugadores que, lejos de ser como el resto, dentro de pista hacen cosas especiales, como si estuviesen más dotados que el resto, quizás adelantados a su época, no lo sé… Moses Eugene Malone forma parte de esa evolución baloncestística, y aunque hoy nos abandones, allá donde vayas, no dudo de que serás un ejemplo al que parecerse. Espero, Mo’, que sigas haciéndolo “a lo grande”, como siempre lo hiciste, y sigas dominando tanto como lo hacías con nosotros. Sin poder evitar una lágrima, te damos la despedida que te mereces. Gracias por hacernos creer, soñar y vibrar.