La cultura de Utah Jazz

Se consolida una filosofía que puede dar grandes éxitos

Fuente: Michael (CC)
Fuente: Michael (CC)

Es difícil obviar que algo importante está teniendo lugar en la organización de los Jazz en estos momentos. El equipo terminó la temporada en un gran momento, las piezas empezaban a encajar. La plantilla es joven y el entrenador Snyder consiguió construir el modelo de equipo que perseguía el General Manager Lindsey. 

Pese a ello, todos los logros, el crecimiento de Gobert, el progreso de Hayward hasta convertirse en un jugador top de la liga, la recuperación de Alec Burks tras su lesión, el buen trabajo bajo los aros de Derrick Favors, la mejoría en el juego de Rodney Hood, Joe Ingles demostrando ser un jugador válido de la NBA… todo estos son logros a valorar. Son hechos innegables y es estupendo, pero estos méritos individuales no significan nada si el equipo no consigue una cosa: Ganar partidos. Sin embargo, hay que tener en cuenta también que ganar partidos no es lo único que cuenta, hay algo más importante que las victorias, que pueden convertirse en un éxito efímero consiguiendo un buen número de ellas e incluso entrar un año en los playoffs, como fue el caso de Phoenix.

No se consigue nada con una buen número de victorias y alcanzar unos playoffs ocasionalmente si no hay una estructura sólida detrás: Un Cultura de franquicia.

Técnicamente, Dennis Linsey heredó un equipo de playoff, tenía el escenario soñado por cualquier G.M. Tomando los mandos de una plantilla joven que venía de jugar playoffs, una bicoca. Excepto por un dato crucial: la herencia del enorme trabajo y la cultura del esfuerzo del mítico Jerry Sloan estaba en su cenit. En su lugar lo que se vislumbraba era un sistema en el que se valoraba más el juego de los veteranos que una apuesta por los jóvenes, independientemente del rendimiento ofrecido.

La cultura que comenzó con Ty Corbin no era necesariamente errónea, se basaba en ganar a cualquier precio. De hecho, ya se empleó en los últimos días de la era Stockton-Malone, tratar de exprimir hasta la última gota del basket de los veteranos hasta la retirada de la mítica pareja. Esta no ha de ser una mala estrategia si se hace en el momento propicio, pero no fue así.

La operación Deron Williams causó un retroceso en el desarrollo y la competitividad de la franquicia, aunque fue muy vistosa para el público en general, dentro de la directiva se consideró un error notorio.

No se sabe si fue por el contrato de Corbin u otras operaciones que no consiguieron incentivar el desarrollo del equipo, o por causas económicas contractuales a la hora de ofrecer incentivos extra por número de victorias o jugar playoffs. Cuestiones de orgullo personal, lucha de egos dentro del staff técnico y la plantilla,..

Cualquiera que sea la razón, el hecho objetivo es que esa cultura perdió el valor de apostar por jugadores jóvenes, ofreciéndoles el incentivo de saber que si ofrecían un buen rendimiento en la cancha y trabajaban duro, obtendrían minutos y por ende un progreso en su juego y en su salario.

Esta situación ha variado significativamente en los dos últimos años. La gerencia parece actuar de manera más equilibrada. Tomemos como ejemplo el contrato de Trey Lyles, que es un ejemplo de la búsqueda de un progreso a largo plazo.

Lo realmente duro a la hora de crear una cultura exitosa es alinear los intereses de todos los integrantes de la franquicia, es algo muy difícil ya que el G.M ha de pensar a cinco años vista, el entrenador a su vez piensa en la temporada que tiene por delante, y el jugador tiene que demostrar su valía partido a partido. Por tanto puede haber momentos en que los intereses de las partes choquen. Los Jazz vivieron esta situación durante el primer año de Lindsey como G.M. El entrenador estaba en su último año de contrato, con la expectativa de ser renovado en base a la obtención de buenos resultados, los jugadores veteranos negociaron sus contratos en base a obtener victorias, y los jóvenes drafteados lo fueron en base a una reconstrucción a largo plazo, lo cual supuso un conflicto de intereses.

La situación de Lindsey al ser su primer año complicaba aún más la disyuntiva. Lenta pero firmemente los veteranos que no fueron «motivados» a adaptarse a la nueva filosofía que quería implantar el G.M fueron abandonando el proyecto. Fue un movimiento controvertido y polémico en su momento, pero la gerencia estaba comprometida a tener entre sus filas a jugadores que se alinearan con esta nueva cultura de franquicia y que fueran recompensados por ello, no sólo con minutos en la cancha y dinero en sus cuentas corrientes.

Dejaron que el contrato de Ty Corbin expirase y reclutaron para la causa a Quin Snyder que venía de desempeñar una labor como la anhelada por Lindsey en Atlanta Hawks. Pero este cambio no tenía visos de éxito si no se cuenta con jugadores para desarrollarlo. Para el mes de Enero, Utah Jazz comenzó a ver los frutos de esta conjunción entre el General Manager y el entrenador expresada tanto a la hora de los contratos de los jugadores como en pensar a largo plazo.

Los jugadores evolucionaron, y mucho antes de lo esperado. Los que no encajaban en esta nueva filosofía fueron apartados. El caso paradigmático fue el traspaso de Enes Kanter a Oklahoma City. Cuando el turco criticó duramente a los Jazz, la nueva cultura se defendió por si misma. Los jugadores del equipo salieron en su defensa, e incluso atacaron a Kanter. Declaraciones de Trevor Booker: «Hizo lo que siempre ha hecho, conseguir sus números, no defender…»

La nueva cultura comenzaba a arraigar. No nos equivoquemos, la nueva filosofía no consiste en defender duro y en un ataque lento y elaborado, esto no define el juego del equipo. No veremos al entrenador Snyder diciéndole a sus jugadores: «¿Cómo vamos a jugar? Lento, ¿Quién va a anotar? Nadie.»

Desde una visión externa, la cultura de Utah parece consistir en crecer en base a un desarrollo progresivo y una sólida economía. Esto es el objetivo de casi todos los equipos de la liga, pero no la cultura de la franquicia, esa es la diferencia,  y esta filosofía requiere trabajar con fe y todos a una. Lo que ofrece tener una cultura propia es una identidad que te permita adaptarte a los tiempos.

Tomemos como ejemplo a San Antonio Spurs, quienes fueron conocidos por ser un equipo marcadamente defensivo y de juego lento durante años para  conseguir convertirse en un equipo que arrollaba en ataque con marcadores muy altos. Han sabido adaptarse a las circunstancias. Su cultura no era la de ser un equipo defensivo, fue su seña de identidad durante años, pero su filosofía fue el hacer una buena labor en planificación deportiva y económica con el objetivo de ser un equipo ganador. Cambiaron radicalmente su juego porque su cultura de franquicia se lo permitió, lo que no ocurre en prácticamente ninguna otra de la liga.

Ante el problema de la falta de contratación de agentes libres, por diversas circunstancias, podríamos considerar que lo mejor para esta franquicia es el retorno a la filosofía que encarnó y dirigió con maestría el gran Jerry Sloan. Esto haría de Utah un equipo sólido , que el objetivo no sea  lograr una esporádica y efímera aparición en los playoffs de vez en cuando.

Un año más de mejora y buenos resultados con este sistema  permitiría consolidar este proyecto. El año pasado se pusieron las bases para ello, esta temporada hay que crecer para dar valor a esta cultura. Cabe la duda de contratar algún jugador experimentado y con pedigrí en la liga, esto puede ser un arma de doble filo, ya que el particular ecosistema de los Jazz puede verse afectado por un elemento desestabilizador en caso de que el jugador no cuente con los minutos que deseaba o que pueda resultar una mala influencia en el vestuario por diversas cuestiones. Tampoco el mercado ofrece garantías en los puestos a reforzar en el equipo, y no está claro si vale la pena arriesgar un equipo en progresión por dar entrada a jugadores curtidos que no supongan un importante salto de calidad.

La cultura de Utah Jazz se está asentando. Los jugadores se quedan en Salt Lake City para entrenar juntos, hablan entre ellos a través de Twitter. Gordon Hayward les invitó a entrenar con él en Indy. La gerencia está tomando buenas decisiones y consiguiendo inversores extranjeros. El staff técnico consigue que sus jugadores hagan una gran labor en los «deberes» que les asigna una vez terminada la temporada..

El equipo está creciendo, ganando enteros. Este buen momento no se debe únicamente a su juventud, a contar con un buen entrenador, o un buen General Manager. En algún momento de la siguiente temporada los periodistas especializados hablarán del buen trabajo realizado en Utah, y elogiarán al entrenador, o al G.M., pero no acertarán con la clave, que no es otra que la labor conjunta de todos los miembros de la franquicia trabajando juntos en pos de un objetivo común.

Utah Jazz ha desarrollado una cultura de trabajo que será valorada por los fans mucho más que la labor específica de un entrenador o de un general manager.