Cuando Lonzo Ball sonría

El misterio de las sonrisas de Ball

 

El misterio de la sonrisa da Lonzo Ball .Roherca Designs (SB)

Propongo un reto al lector. Revise los seis partidos de Lonzo Ball en la Summer League que los Lakers acaban de ganar en Las Vegas. De arriba a abajo. Escrute todas y cada una de sus jugadas. Sus pases. Sus tiros. Sus rebotes. Incluso sus pérdidas de balón o sus errores. Cuando haya terminado, dígame: ¿ha detectado alguna sonrisa en su rostro mientras juega? ¿Siquiera una ligera mueca que deje adivinar una expresión de efusividad cuando está sobre la cancha?

Ahora repita el mismo ejercicio con sus compañeros. Observe a Kyle Kuzma cada vez que recibe un pase medido de Lonzo desde el otro extremo de la cancha para que se cuelgue del aro o cuando recibe un balón para anotar un triple limpio. Mire también a Ivica Zubac cuando completa un pick and roll perfecto o cuando gana la posición en la pintura y Ball encuentra siempre el modo de hacerle llegar el balón. Quizá le cueste definir lo que ve. Le ayudaré. Yo le llamo química.

Dirija a continuación su atención al banquillo y deténgase en la indescriptible mirada de Brandon Ingram. Si se fija bien, detectará un brillo especial en sus achinados ojos cada vez que Lonzo inicia un contra ataque y deposita el balón en las manos adecuadas para que culmine en una canasta fácil. Incluso con el puño. Si usted, querido lector, tuviera la capacidad de leer la mente del 14 de los Lakers le sorprendería rememorando una y otra vez el alley opp con el que abrieron juntos el primer partido contra Clippers.

Como se habrá dado cuenta, a pie de pista hay tres rostros que le resultan conocidos. El primero, es Luke Walton. el entrenador, saliva cual perro de Pavlov (con perdón) con el abanico de posibilidades que le ofrece su nuevo base para diseñar esquemas de juego cuando llegue la temporada regular. Su cabeza bulle mientras visualiza la cantidad de herramientas que, de repente, tiene en sus manos para hacer crecer a su equipo.

El segundo, el general manager Rob Pelinka, pasea ufano por el Thomas and Mack Center. Liviano. Como si le hubieran quitado un peso de encima. Satisfecho de que la gran apuesta de su primer draft se haya recuperado de un desastroso debut para desplegar su mejor juego. Aliviado tras comprobar que ya (casi) nadie cuestiona el arriesgado traspaso de D´Angelo Russell a Brooklyn. El que fuera agente de Kobe es consciente de que su trabajo no está terminado ni este verano ni, sobre todo, el próximo. Sin embargo, le tranquiliza saber que Lonzo será un buen reclamo para atraer estrellas consolidadas en el mercado de agentes libres.

El tercero es Magic Johnson, que exhibe sin disimulo la sonrisa que le ha hecho mítico porque él, más que nadie, es consciente de la importancia de tener un sólido base titular en tu equipo. Un director de juego que involucre a sus compañeros. Que piense en anotar, sí, pero que primero busque el pase a un compañero mejor situado. Que sea capaz de rebotear y sacar el contraataque sin intermediarios. Como hacía él, salvando las kilométricas distancias a día de hoy, claro está. Por eso ha ligado su suerte como mandamás Laker al futuro de Lonzo Ball. Y como le dijo Manuel Benítez “El Cordobés” a su madre antes de confirmar alternativa en Las Ventas en la primavera de 1964, o le compra un piso o le viste de luto.

Si levanta su mirada a las gradas, amigo lector, quizá detecte a otro hombre que sonríe sin parar aunque estos días intenta permanecer en un segundo plano. Histriónico por momentos, le distinguirá por una gorra con tres bes mayúsculas. Responde al nombre de LaVar Ball y es el padre del protagonista de Lonzo. Para muchos (reconozco que yo estaba entre ellos) representa la mayor amenaza para la carrera de su primogénito porque sus bravuconadas son material altamente inflamable capaz de provocar incendios de dimensiones inimaginables. Es sabido que ha diseñado junto a su mujer un plan de inversión a largo plazo basado en sus tres vástagos, a los que ha moldeado con sus propias manos para asegurarse de que controla hasta el último detalle del proceso. Sin embargo cuenta Magic que cuando se reunieron antes del draft le explicó que sus salidas de tono sólo eran una estrategia de marketing y -lo que es más importante- que a partir de ahora entrega a Lonzo a los Lakers para que terminasen de pulir el diamante. Si cumple su palabra, quedará desactivada buena parte de su peligro potencial.

Así que, llegados a este punto, tenemos a Kuzma, Zubac, Ingram, Walton, Pelinka, Johnson y LaVar sonrientes. No es difícil imaginar que también lo están los Buss, Randle, Nance,  Kentavious Caldwell-Pope, Clarkson o López. Por no hablar de muchos aficionados a los que como tu, lector, también se nos escapaba una risa nerviosa cuando veíamos los partidos de la Summer League.

Todas esas sonrisas las reparte Lonzo que, sin embargo, no se ha guardado ninguna para él. Su gesto durante los partidos sólo refleja concentración. Sin alharacas. Únicamente se ha permitido reír y bromear con sus compañeros cuando han levantado el trofeo. ¿Se imagina, amable lector, cómo será su celebración si logra algún día que un anillo dorado le ilumine la cara? Eso, seamos sinceros, parece aún lejano. Pero quizá un paso menos. Hasta entonces, sonría. Sonriamos.