De Luke Walton, los jóvenes, los veteranos y la defensa

Los Angeles Lakers están teniendo un inicio muy positivo

Los Angeles Lakers-Adrián Rodríguez (cc)
El Staples Center, feudo de Los Angeles Lakers-Adrián Rodríguez (cc)

Nunca he creído ni en los profetas ni en los augures ni en nada que se les parezca, pero Los Angeles Lakers 2016-17 parecen empeñados en hacerme pasar por uno de ellos. Cuando me siento a escribir estas líneas se cumple el primer mes de competición y el equipo ha cumplido con el pronóstico que dibujé en mi sueño del 24 de octubre: «El año comenzó con tantas dudas como esperanzas. Pronto se notó buena química en el grupo durante la pre-temporada y Luke Walton supo ganarse a los jóvenes desde el primer entrenamiento. Los triunfos de noviembre fueron un buen augurio y la gasolina que necesitaba el equipo para creer en el proyecto».

Las dudas y las esperanzas tenían los mismos nombres y apellidos, idénticos rostros en ambos casos: el entrenador fichado para cambiar la dinámica del grupo, los jóvenes llamados a dar un paso adelante en la travesía post-Kobe y los veteranos encargados de aportar la estabilidad imprescindible cuando las aguas se vuelven turbulentas. Y, hasta el momento, esos tres elementos -sin bajar a la letra pequeña- están cumpliendo cada uno con su labor.

Para empezar, sin aspavientos ni sobreactuaciones, Luke Walton ha agarrado con firmeza el timón y ha enfilado el rumbo del barco hacia puerto firme. Ha gestionado a los jugadores para conseguir que todos se sientan implicados en el proyecto. Cada vez que el equipo anota una canasta importante, culmina una jugada espectacular o firma una defensa brillante, las muestras de júbilo del banquillo son el espejo de que todos reman en la misma dirección. En la cancha, esa mentalidad grupal se demuestra con un dato estadístico: cinco jugadores de Los Angeles Lakers promedian entre 13 y 16 puntos (Lou Williams, D´Angelo, Jordan Clarkson, Young y Julius Randle). Si somos rigurosos, eso ya sucedió el año pasado con cifras parecidas (con Kobe Bryant al frente y sin Swaggy entre ellos) pero creo que estaremos todos de acuerdo en que aquello no fue una temporada. Fue una gira de homenaje en la que poco o nada parecían importar las victorias.

Más allá de las cifras de anotación, y aquí enlazo con el segundo factor, los jóvenes transmiten la sensación de que han asumido sin dudar la nueva responsabilidad de liderar de forma coral al equipo. Quizá el menos joven de ellos, Randle, sea el que mejor lo representa. Por momentos parece un veterano sin miedo a subir el balón en el contraataque o a arriesgar con pases de fantasía vetados para la mayoría de los hombres interiores. También Russell da la sensación de estar más centrado. Como si hubiera digerido y aprehendido todas las lecciones de su primer año profesional. Clarkson apenas ha tenido un puñado de malas noches hasta ahora, con una regularidad a elogiar. Y el benjamín, Ingram, intenta crecer sin la presión de ser demasiado protagonista a pesar de ser un número 2 del draft.

En cuanto a los veteranos, hay que destacar a Nick Young, al que parece que le ha costado 31 años encontrar el justo medio entre la locura y la sensatez que te hace minimizar los errores a la vez que contagias alegría a tus compañeros. Ha doblado su aportación ofensiva con mejoras en todos los porcentajes de tiro y ha asumido los galones cuando ha hecho falta sin más estridencias que las inherentes a su pirotécnica personalidad. Mozgov (30 años) y Calderón (35) también han dejado destellos interesantes cuando han sido necesarios, pero quiero subrayar al veterano entre los veteranos. Al que más años suma y el que menos minutos juega.

Cuando Los Angeles Lakers llegaron a Indiana el 1 de noviembre, Metta World Peace apenas había jugado seis minutos y había fallado el tiro de dos y el de tres que había intentado hasta entonces. Pero en los tres minutos que pisó el parqué del Bankers Life Fieldhouse los Pacers le llevaron cuatro veces a la línea de tiros libres para que estrenara su casillero. Con el que fuera uno de sus públicos dividido entre pitos y aplausos, Metta anotó el primero y antes de lanzar el segundo gritó tres palabras que en directo pasaron desapercibidas: «I love basketball«. El partido se perdió, pero sus compañeros encontraron de repente una idea a la que agarrarse. Un lema al que recurrir cuando surgen las dudas. Un faro al que dirigir la proa cuando cae la niebla. De inmediato, muchos aficionados del Staples hicieron suyo el mensaje en cánticos y pancartas. Para eso también están los veteranos. Para sumar más allá de las estadísticas.

Y así, con una mezcla de Walton, los jóvenes y los veteranos que podría haber firmado el alquimista Melquiades en Cien años de soledad, llegamos a final del primer mes de competición con un balance de 8-8 frente al sonrojante 2-14 de hace un año.

Pero no todo son luces. También hay sombras. Como no puede ser de otra forma, aún quedan muchos aspectos en los que mejorar. El principal, la defensa. Seguimos recibiendo demasiados puntos como para estar satisfechos. Solo Portland, Brooklyn y Phoenix permiten más que Los Angeles Lakers. Si tenemos en cuenta el escaso margen por el que se deciden muchos partidos, parece evidente que hay que incidir en defensa para que pueda seguir presumiendo de auriga con mi siguiente predicción: diciembre fue algo más irregular, pero aún así ganar en navidades a los Clippers nos permitió cerrar el año con 15 victorias. Cuando llegó el All-Star ya habíamos superado el pozo de las 17.