Hoy, a petición del club de fans del “ni fu ni fa”, como diría el gran Andrés Montes, os escribo sobre uno de esos tipos que pasan de vez en cuando por la NBA llevándose un pastizal insultante, sin saberse muy bien por qué. En este caso me refiero al grandísimo, en todos los sentidos, Greg Ostertag, también conocido como Robocop. Un fenómeno de 218 centímetros y 137 kilogramos que no dejaba indiferente a nadie.
Hace ya más de dos décadas, apareció este center de siete pies por la ciudad de Salt Lake City, siendo elegido en el número 28 de la primera ronda del Draft de 1995, un draft de un altísimo nivel con jugadores como Kevin Garnett, Rasheed Wallace, Jerry Stackhouse, y algunos más, a pesar de que el número uno de Joe Smith sea considerado como uno de los mayores fiascos de la historia del draft.
Greg Ortertag, que venía de la Universidad de Kansas, donde tenía el récord de tapones, se unía a uno de esos equipos que murió a la sombra del mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos (Michael Jordan, por si alguien albergaba alguna duda), los todopoderosos Utah Jazz de Karl Malone y John Stockton, para el que escribe, la mejor pareja de la historia de la NBA.
El gran Ostertag, que jugaba con el número, nada halagüeño, 00, venía a darle fuerza y empuje a esos Jazz con un equipazo en todos los puestos (probablemente, casi todo el mundo que supere los treinta, será capaz de recordar ese quinteto formado por John Stockton, Jeff Hornacek, Bryon Russel, Karl Malone y Antoine Carr) pero que en la posición de center carecían de centímetros y calidad, frente a los Robinson, Olajuwon, Ewing,…y compañía.
No tardaron mucho los chicos de Jerry Sloan en darse cuenta de que el siete pies que habían fichado, sólo era eso, un siete pies que daba algún que otro tapón, más por encontrárselos que por buscarlos. Probablemente, hoy en día, sería de esos pívots a los que buscan los Serge Ibaka, DeAndre Jordan, Anthony Davis y compañía para salir en los resúmenes de la NBA al pegarles tapones de patio de colegio.
A pesar de no terminar de convencer en ningún momento de su carrera, el tejano jugaría la nada desdeñable cifra de 700 partidos con los Utah Jazz, aunque casi nunca sería considerado titular, y llegaría a firmar un contrato de 36 millones de dólares por seis años, que en aquel entonces fue considerado un robo, más teniendo en cuenta que por aquella época el tope salarial estaba en unos 30 millones de dólares por temporada, o lo que es lo mismo, se llevaba el 20% del salario de los Utah Jazz, que no eran capaces de retener a jugadores como Bryon Russel, Shandon Anderson, Howard Eisley, Donyell Marshal, siendo uno de los grandes problemas de la franquicia desde que se trasladó al estado mormón y que perdura hasta hoy en día.
Curiosamente, después de siete temporadas en Utah se marchó a los Sacramento Kings con treinta y un años. En los Kings duró un año, en el que jugó la «bestialidad» de tres partidos titular junto a Chris Webber, Pedja Stojakovic y compañía. Tras ese «gran año» no se sabe aún por qué, los Jazz lo repescaron en la temporada 2005-2006 para darle «honores» a su retirada en la NBA, después del que es considerado el traspaso más complicado de la historia de la NBA al involucrar a cinco equipos y trece jugadores, donde los Jazz se llevaron al fenómeno de Texas a cambio de enviar a un lesionado Curtis Borchardt a Boston.
Sus medias en la NBA fueron (redoble de tambores) 4,6 puntos, 5,5 rebotes y 1,7 tapones por partido.
El mayor hito que se le recuerda al «crack» de Texas data de una entrevista que tuvo en el año 1998, después de llevar varios partidos jugando al que realmente era su nivel, le dio por hacer un partidazo (¡el segundo consecutivo!), nada más y nada menos que ante el gran Dikembe Mutombo. No contento con ello, se le ocurrió dar una explicación «científica» sobre su bajo rendimiento hasta esos días, cuando fue entrevistado por la televisión:
“Al que han estado viendo los aficionados estos dos últimos partidos es al verdadero Ostertag, durante el resto de la temporada estuvieron viendo a mi gemelo malvado.”
Pero no quedándose a gusto con eso, soltó la frase que para mí lo hará mítico para siempre:
“Fui secuestrado por extraterrestres que estuvieron haciendo experimentos conmigo, pero ahora ya estoy de vuelta.”
La vuelta duraría escasamente esas horas y, a pesar de tener un contratazo con los Jazz por seis años más, acabaría siendo el pívot suplente de Antoine Carr, Greg Foster, Olden Polynice, Jon Amaechi… Nunca sabremos si los experimentos que llevaron a cabo con él fueron los causantes de su bajo rendimiento, de lo que si estamos seguros es que era un fenómeno de masas.