Nueve ‘combo guards’ y cuatro ‘power forward’
Danny Ainge prometió sorpresas y vaya si las hubo
Ayer a las 2:30 de la mañana ningún fan de los Orgullosos Verdes daba crédito a lo que estaba viendo y oyendo. ¿Qué pasa? ¿Danny Ainge se ha vuelto loco? ¿Ha visto cómo los Golden State Warriors han ganado el anillo sin juego interior a la vez que releía El Señor de los Anillos y quiere ir a por el anillo con un quinteto formado por Samsagaz Gamyi, Frodo Bolson, Meriadoc Brandingamo, Peregrin Tuk y el Troll de Moria (Jared Sullinger SIEMPRE en mi equipo)?
Puede que ayer fuese el día más decepcionante para la comunidad Celtic desde que en 2013 se traspasase a Paul Pierce y Kevin Garnett. Todos los aficionados afrontábamos expectantes el anoche tras oír las declaraciones de nuestro General Manager en las que decía que estaban intentando escalar posiciones con los dos picks más altos y que esperaba lograrlo con al menos una de ellos. Y a todo esto había que sumarle el ‘hype’ creado sobre la posibilidad de que los Boston Celtics acabasen pescando en las turbulentas aguas de Nueva York, Charlote o Philadelphia…
No crean que no entiendo el modus operandi de Danny Ainge y Brad Stevens. Cuando abrimos las oficinas de El Despacho de Auerbach, una placa con el lema «Draft talent, trade for need» fue lo primero que colocamos tras un cuadro con la foto de Red Auerbach y Bill Russell fumándose un puro a la salud de Jerry West. Lo que no entiendo es en qué universo paralelo los jugadores que drafteamos eran lo mejor que había en sus posiciones, haber elegido a Rondae Hollis-Jefferson (#16), R.J. Hunter (#28), Jordan Mickey (#33) y Robert Upshaw (#45) me habría hecho, si bien no saltar a la piscina como el bueno de Terry Rozier, irme a la cama con una sonrisa de satisfacción.
Ahora mismo, la sensación es que tenemos un roster peor y más descompensado que hace un año, y menos activos interesantes que hace 24 horas. Ah, y la tercera plantilla más alta de Boston tras los Red Sox y los Patriots. En fin, solo queda seguir confiando en que el mejor General Manager de la NBA (esto lo seguirá siendo hasta que le de la gana a él) se saque un conejo de la chistera este verano, pero la impresión que queda tras la noche de ayer es que ya no hay chistera.